Merengue urbano salva el género en los barrios
Tanto el merengue urbano como el reggaetón y el hip-hop merecen espacio y premios en los Casandra del 2008
SANTO DOMINGO. Son dueños de una lírica callejera y lenguaraz, de un ritmo desaforado y febril que mete la tambora en el mismo callejón del tímpano, con frenético manejo de las muñecas de las manos.
Son un híbrido entre el reggaetón y el hip-hop en maridaje con el bouquet del merengue y ciertas señales del jazz que uno logra atisbar, a veces, cuando hay un arreglo que más o menos vale la pena: es el merengue urbano, una expresión social que se ha colocado en el centro de la atención de los bailadores de los barrios.
Grupos como el de Julián Oro Duro son la punta de un iceberg donde comienzan a sacar la cabeza Omega y su Mambo Violento, Dekite, Moreno Negrón (que se desbarató y lo volverán a armar, según dicen), Dr. Juncafri, Israel, y muchos otros.
Son cronistas de la realidad que se vive en los barrios, más allá de las mansiones y de las yipetas, de las grandes avenidas, los bares de moda y los restaurantes fashion show: una expresión cultural salida de las entrañas del pueblo, que siempre busca las vías más inusitadas para sacar la cabeza y decir lo suyo.
Temas universales como el amor y el desamor conviven con la violencia, el sexo, las carencias de la vida, las drogas, la delincuencia y miles más, en un paisaje nada halagüeño. Haciendo una parábola quizás no muy feliz, son los representantes de la canción protesta de hoy.
Temas universales como el amor y el desamor conviven con la violencia, el sexo, las carencias de la vida, las drogas, la delincuencia y miles más, en un paisaje nada halagüeño. Haciendo una parábola quizás no muy feliz, son los representantes de la canción protesta de hoy.
Son un hecho, una realidad, están ahí. No se les puede negar su existencia. El mambo, merengue de calle, merengue urbano o como se les llame, son la manifestación musical de un mundo al que no se puede vivir de espaldas.
Habrá que ver lo que sucederá con este sub-género (nada peyorativo, ya que se trata de un género dentro del género del merengue), cuando arreglistas como Ramón Orlando, Dionis Fernández, Crispín u otros buenos músicos, pierdan los prejuicios y se acerquen a este fenómeno con la avidez de los verdaderos creativos, los de mente abierta, para vestir el merengue urbano con arreglos más llenos de armonías y lo enriquezcan con más elementos del jazz por ejemplo, y logren hacer más complejo un lenguaje que admite experimentación y soltura, búsqueda y laboratorio.
Nacido en los barrios pobres de la capital, con la ayuda de un programa casi siempre elemental en una humilde computadora, los no músicos de estudio, se han arriesgado a buscar una vía de expresión que les ayude a decir sus crónicas.
Habrá que buscarles un sitio en los Premios Casandra 2008, como a los raperos y reggaetoneros, expresiones igualmente de la cultura de los barrios, que forman parte de la música dominicana de hoy. Pésele a quien le pese.
Por Alfonso Quiñones De Diario Libre
No comments:
Post a Comment